Entrar
la tienda de “Pro Ranch” con el propósito de recolectar datos lingüísticos
sobre la “s” plural me provocaba cierta ansiedad, tal como
cada actividad de análisis de esta clase.
Es difícil porque uno nunca quiere sentirse raro ante la gente. Entré, agarré una canasta y fingí mirar
los productos.
La ansiedad ante el proyecto desapareció
después de pedir ayuda de la primera persona, un hombre que me dijo como se
llaman los hot dogs en español. El
empleado que me ayudó fue muy amable y cuando me di cuenta que el trabajo de
ellos es ser amable me tranquilicé.
Hubo muchos productos en la tienda que solían
estar en ingles, entonces aproveché de esto y inventé un dialogo para acercarme
y obtener datos de los empleados.
Quería hablar en una manera natural con los empleados, entonces les
decía que era maestra de español, que estamos en el capitulo de comida, y que
mis estudiantes me habían estado preguntando que “cosas raras” que no sabía
como se dicen en español. Escogí
cosas que pensé que no eran culturalmente mexicano o latinoamericano, como
gummy bears y biscuits, o cosas que tienen nombres muy variables en español,
como agua gaseoso.
Mi plan
funcionó muy bien porque provocó conversación muy natural con los
empleados. Ellos se dieron cuenta
de que pudieron conversar conmigo.
Aun después de recolectar mis datos los empleados hablaban conmigo de
varias cosas, por ejemplo compartían conmigo de su lugar de origen. Las conversaciones
me dejó evaluar su manera de hablar y destacar la presencia de la “s”
plural.
Desafortunadamente
en la recolección de datos no hubo mucha variación lingüística, como todos los
participantes pronuncian la “s” plural, pero creo que era una representación
correcta del demográfico que buscábamos estudiar.
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